Bajo rendimiento escolar
1-Aproximación al
problema
2-Plan de
Evaluación propuesto
3-Buscando soluciones
(Lea
también: Como motivar a los niños a
estudiar)
-Uno de los temás de mayor preocupación en el desarrollo de nuestros hijos es
el de su rendimiento escolar. Ello es justificable por los temores que nos
genera su porvenir o futuro profesional y económico. Actualmente el tema parece
haber ido más allá del ámbito individual y se utilizan términos como el de
"fracaso escolar" para hacer colectivo un problema que, en los últimos años, se
ha agravado y que incorpora elementos externos al propio escolar, como pueden
ser la idoneidad de los actuales modelos educativos.
-En esta sección se
tratará el problema desde el punto de vista individual, es decir, desde la
perspectiva del niño que tiene problemas en el aprendizaje. No estamos hablando
de niños que presenten retraso
mental o trastornos severos del desarrollo (T.G.D.)
sino de niños que por un motivo u otro, no avanzan en el aprendizaje escolar
como sería de esperar.
-Las causas del mal rendimiento escolar suelen
ser múltiples. Desde factores internos de tipo genético o la propia motivación
del niño a acudir a clase, a condicionantes ambientales como el entorno
socio-cultural o el ambiente emocional de la familia. Es un problema complejo ya
que cada niño es un caso peculiar con sus propios ritmos de aprendizaje, sus
puntos fuertes y débiles. Algunos necesitan más tiempo para integrar la
información, otros son más rápidos. Los hay con serios problema para trabajar en
actividades que requieren procesar información de forma secuencial (lectura,
matemáticas...), mientras que otros las tienen cuando la información es
presentada simultáneamente y dependen de la discriminación
visual.
-Actualmente se habla de Trastornos
específicos del Aprendizaje para designar un conjunto de síntomas que
provocan una disminución significativa en el rendimiento escolar de los niños
que lo padecen. Trastornos como los de la lectura
(dislexia), de la escritura
(disgrafía) o de cálculo
(discalcúlia) se dan en niños con un C.I. dentro de la normalidad pero que
cursan con grandes dificultades al fallar en procesos concretos.
-Evidentemente no tenemos un sistema de enseñanza personalizado a las
necesidades de cada niño. Más bien al contrario, es el niño quien debe ajustarse
al ritmo que marcan los objetivos curriculares y estos no saben de diferencias
individuales. Pese a que se suelen hacer esfuerzos con adaptaciones
curriculares, no siempre todos los niños, especialmente aquellos que están en el
límite pueden recibir la atención individualizada que necesitan.
-Los
problemas de aprendizaje también pueden ser consecuencia o ir acompañados,
agravando el problema, de trastornos con implicaciones conductuales cómo el TDAH
(Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad). En este caso los
niños que lo padecen, pueden presentar, curiosamente, un nivel de inteligencia
medio o incluso mayor que la media de su edad, es decir, disponen de un buen
potencial pero no desarrollan normalmente el aprendizaje debido a los déficits
específicos en la atención o control de los impulsos. Todos estos aspectos deben
ser evaluados antes de trazar un plan de intervención..
-Es importante
señalar que, con cierta frecuencia, los retrasos del aprendizaje en los primeros
años de escolarización suelen ser minimizados bajo el pretexto que el niño ya
los irá asumiendo (lectura, escritura, etc..). Ciertamente, ya se ha dicho, que
cada niño tiene su propio ritmo, pero no afrontar el problema desde inicio nos
puede llevar a lamentar después la perdida de un tiempo precioso.
-Cuando los problemas aparecen en un momento dado de la escolarización,
se puede hipotetizar con la presencia eventual de factores
emocionales que están condicionando negativamente el aprendizaje (separación
padres, pérdidas, cambio de escuela...). Por el contrario, cuando el retraso es
acumulativo y ya se puso de manifiesto en las primeras etapas, hay que analizar
con detalle la historia evolutiva. Pese a que cada niño sigue su propio ritmo,
los retrasos de ciertos aprendizajes en los primeros años suelen anticipar un
mayor riesgo de problemas en la etapa escolar. Como regla general : Cuanto antes
se evalúe y se intervenga para corregirlos, mejor será el pronóstico.
-Hay que insistir en la necesidad de efectuar una buena evaluación
psicopedagógica, tan pronto se detectan signos o síntomas de que un niño o niña
presenta dificultades en algún área. Hoy en día disponemos de pruebas de
evaluación suficientemente contrastadas para efectuar una exploración del
Cociente Intelectual (C.I.) y sacar las pertinentes conclusiones. Ello nos dará
una idea muy aproximada del nivel de funcionamiento del niño respecto a los
demás niños de su misma edad.
-En concreto creemos que la Batería Kaufman
( de 2,5 a 12,5 años) y el conocido WISC-R
(de 6 a 15 años) o WISC-IV
(nueva edición actualizada), son instrumentos que suponen un buen punto de
partida. Sin embargo la exploración debería completarse con pruebas más
específicas a partir de los resultados obtenidos con estas pruebas. Por ejemplo,
si se detecta una mala coordinación viso-motora, puede complementarse con el Test
de Bender.
-Especialmente, cuando no se detectan discapacidades
intelectuales significativas en estas pruebas, se hace necesario la
incorporación, según el caso, de pruebas de personalidad y/o emocionales, para
poder evaluar otros aspectos del funcionamiento del niño (p.e. adaptación al
entorno social, familiar, escolar) que pueden estar influyendo en su mal
rendimiento académico. Cada caso es diferente y requerirá una evaluación
personalizada.
-En algunos casos (p.e. personas de otra cultura o con
limitaciones en su lenguaje), cuando necesitemos explorar las capacidades
cognitivas deberán utilizarse pruebas libres de la influencia del lenguaje o de
la cultura propia. Las pruebas típicas en estos casos son las de series de
relaciones lógicas (Inteligencia General: Test de Raven, Toni-2, etc...).
-A modo de ejemplo se propone el siguiente Esquema Evaluativo:
No es tan importante el C.I.(Cociente Intelectual) Total, como el análisis
fino de los procesos que están fallando (diferentes tipos de memoria , atención,
percepción, procesos lingüísticos, etc...) y, cuando sea posible, delimitar sus
causas, sean orgánicas, conductuales o emocionales. Por ejemplo, un niño puede
presentar una disgrafía a consecuencia de una lateralidad
cruzada o contrariada y no por que tenga menos aptitudes generales que sus
compañeros.
-Este análisis fino de los factores fuertes y débiles del
niño pueden permitirnos el trazar una línea de intervención mucho más efectiva.
No sólo basta con verificar que el niño presenta, por ejemplo, un problema
específico en el área del cálculo. Es necesario averiguar si este problema se da
indistintamente si la presentación del problema se efectúa vía oral o escrita.
Ocurre con frecuencia el encontrar resultados contradictorios según la forma de
efectuar la prueba. Ello es indicativo de que hay un proceso específico que está
fallando y es al que le tenemos que prestar atención.
La evaluación debe
efectuarse a conciencia y utilizando las pruebas psicometricas que sean
necesarias.
-En ocasiones, como se ha apuntado, el problema no se debe a
la falta de capacidades sino a problemas emocionales que condicionan el retraso
en el aprendizaje. En estos casos la intervención será básicamente psicológica e
irá encaminada a tratar el problema raíz. Con frecuencia, factores emocionales y
trastornos específicos del aprendizaje concurren conjuntamente por lo que la
intervención puede plantearse de forma multidisciplinar.
Otros factores
de riego a considerar son cuando los problemas de aprendizaje forman parte de
una constelación mayor de manifestaciones conductuales, familiares, sociales,
etc... Entonces, el ámbito de intervención psicológica puede ser más ámplio y
complejo. (Ver: "Origenes y
causas de los problemas de conducta en niños")
El objetivo de la evaluación
debe ser concretar el ámbito de actuación. Dicha evaluación debe plasmarse en un
informe en el que se describan los resultados obtenidos y, a partir de ellos, se
den las correspondientes pautas de tratamiento o intervención. Los padres
obtienen de esta forma, una información precisa para conocer el alcance real de
los problemas detectados y sus posibles soluciones. Dependiendo de los mismos,
puede necesitarse la participación de otros profesionales especializados tales
como logopedas, pedagogos, etc...
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